Entrada a bitácora, periodo Bastoriano

No era ni la primera ni la última vez que iría a ese lugar. Sin embargo, era la primera que lo haría por tanto tiempo; el plazo estaba fijado legalmente. Era un año.

Inicié la exploración con una gran decepción. No estaban preparados para mi partida, o no de esa manera, o no con ese plan. No se supo qué fue lo que ocurrió.

La planeación preliminar tuvo que reorientarse para que el motivo de la exploración fuese lo suficientemente llamativo, sin dejar dudas sobre el cumplimiento de lo que estiman como requisitos legales. Unos dicen que en tiempos poco lejanos el objetivo del periodo Bastoriano[1] era la contemplación retrospectiva de su quehacer; otros, por el contrario, creen que se trataba de un viaje hacia su pasado, una revisión en tiempo presente en busca de una epifanía: una manifestación repentina de la verdad. Como la que busca Homero con la indígena esquimal, una suerte de visión futura de su recorrido posterior. En cualquier caso, otras interpretan que es un periodo de la más estricta y académica investigación que produce una publicación textual en tercera persona.

La exploración incluía recopilar suficiente información que pudiera servir como modelo, uno que no solo fuera replicado por unos cuantos, sino comprendido a profundidad para ser apropiado por casi todos. Ese modelo es una especie de oráculo del diseño del presente, ejecutado por varios en los territorios del continente de ese lugar asignado para la exploración.

En efecto, el modelo y el lugar existen; comparten un nombre: Lansitrópia[2]. Este lugar puede ser estudiado, analizado, comparado y corroborado rigurosamente para encontrar las razones que lo hacen un modelo. En cualquier caso, los hallazgos iniciales mostraron que es un modelo con límites. Como concepto y como imagen del lugar, resulta funcional: es bello, apreciado y reconocido. También es aprovechado por quienes buscan capitalizar su belleza con fines empresariales, dejando huella; por esos lares a esas empresas las llaman empresas B.[3]

En esos momentos, Lansitrópia fue visitada por una especie de antecesor, quien se sorprendió al ver una vaca, de esas blancas con manchas negras, o si lo prefieren negras con manchas blancas, pastando en un prado verde, como los que casi todos conocemos. La vaca estaba allí, cerca, aunque no tanto, del lugar donde Herrera luchó en 1987 y cerró con su victoria de etapa el inicio de su triunfo en una de las grandes vueltas, como solemos llamarlas ahora.

 (Aquí entran sonidos).

Estos sonidos evocan otros lugares. ¿Cuáles? Metan el hocico en sus recuerdos y piénsenlo mentalmente. Lo sorprendente de la imagen no era ver a la vaca pastar, sino escuchar sus sonidos y verla en un prado verde al lado del mar, junto a un acantilado de mar bravío. Sí, esos sonidos son más propios de nuestros calurosos paisajes playeros colombianos. Solo que aquí, el animal es una vaca Holstein, pastando para producir leche, que luego se convierte en queso. Ese queso, a su vez, se combina con otro animal típico de este lugar, más lejano al mar y más cercano a las montañas que escaló otro jardinerito: la cabra.

Si mezclas leche de vaca y de cabra, y la trabajas con maestría artesanal, obtienes bocados inigualables. Si esos cilindros de queso, sean livianos, de peso medio o muy pesados, se almacenan en cuevas frías, húmedas y sombrías, se transforman en verdaderos diamantes. No diamantes poliédricos, como los tradicionales, sino cuñas que se pueden cortar con una afilada hoja de acero, forjada a pocos metros, en esas mismas montañas. Son 46 especies claramente diferenciadas de joyas lácteas.

Hace décadas, esos quesos, junto con embutidos elaborados comunitariamente en los pueblos, por las familias, ventilados y secados en edificios asombrosos, alimentaban a muchos. Estas construcciones, que podrían fascinar a los arquitectos por su ventilación cruzada, cuentan historias a quienes se detienen a escucharlas. A nosotros los Neástidas[4], nos hablan de materiales, procesos, planificación y durabilidad, en contraste con la obsolescencia programada. También nos hablan, de maestría, tecnología, técnica, e incluso antropometría.

Estas edificaciones, concebidas para conservar alimentos antes de la llegada del refrigerador, terminaron guardando mucho más: historias, recuerdos, objetos, herencias, infancias y vidas enteras. A través de ellas, generaciones pasadas se comunican con sus herederos y con quienes comparten el presente y muy seguramente tiempos del mañana.

Para apreciar todo esto, fue necesario planificar recorridos y asociarlos al tiempo de exploración. No obstante, resultó imposible abarcarlo todo en tan poco tiempo. Recorrer implica trayectoria, un inicio y un destino. Solo que la vida es terca, sabia o necia, según cómo se mire. Los recorridos se alteraron por factores como el tiempo y otras cargas más pesadas que las maletas o los trasteos, la muerte misma.

Cuando el plan ya estaba listo, con los itinerarios definidos, surgieron murmullos premonitorios. Estos susurros, algunos oficiales del lugar, advertían: «Lo que vienes a buscar no está aquí. Aquí está lo que ves». Otros, con conocimiento del propósito de mi visita, me señalaron que aquello que buscaba había existido en este reinado décadas atrás, pero ahora solo quedaban vestigios.

[…]

Aceptaron que viniera a un lugar conocido mundialmente de forma estigmatizada, que asociamos con la idea de esquivar cuerpos con cuernos. También lo tenemos presente en la memoria por arroces que nos parecen familiares y músicas vinculadas con cierta oleosidad. En contra de lo dicho, este lugar dista mucho de esas imágenes trilladas, construidas desde un único punto de vista, desde una perspectiva limitada al interés de unos pocos. Ese enfoque intenta resaltar solo un aspecto de una península, o de una parte de ella.

Probablemente esperaban que este paraje oliera, sonara y se percibiera tal como nos lo han construido en la memoria colectiva. Aun así, la imagen que vi, y que para mí es la real, se aleja mucho de esas representaciones. Presento una visión distinta, enriquecida por la variedad y la diversidad.

Esperaban que me aproximara utilizando métodos ya establecidos y descritos, pero las formas de acercamiento que experimenté fueron más familiares, filiales y, al mismo tiempo, diferentes desde lo singular. Fui el extraño la mayoría de las veces: el que habla y no es entendido, el que necesita una intérprete bilingüe entre dos maneras de comprender el castellano, el de aquí y el de allí.

Las incursiones se desarrollaron en medio de corrientes festivas. No es lo mismo leer, oír, ver documentales o imágenes videográficas que estar en el lugar. Estar implica sentir multisensorialmente. Es oler, ver —o creer que se ve—, escuchar y sentir. Recordemos que el cerebro humano dedica al menos el 50% de su capacidad al sentido de la vista. Escuchar —poner en funcionamiento el oído de manera aguda— escuchar detenidamente, el sentido auditivo fue uno de los sentidos que más utilicé. Saber escuchar, y al mismo tiempo relacionar lo oído, visto u olido con experiencias previas, facilitó la tarea de conectar.

Lo interesante de esta exploración fue experimentar los cambios simultáneos de temperatura ambiental y cultural. Pasar del gélido frío, que incluso contrae los pensamientos, a una humedad y temperatura que se intensifican, generando aperturas, fue una vivencia reveladora. Luego llegó el calor, que, curiosamente, coexistió con un frío inmenso en mi interior. Ambos tuvieron que convivir. El calor no solo es temperatura, también es calidez, pero además representa estiramiento, una sensación de prolongación del tiempo. En esos momentos, el tiempo asociado a los encuentros se alarga; los diálogos y las experiencias se hacen extensos, compartidos con muchas más personas.

En esas circunstancias, coincidir con otros ayudó a estructurar y redondear los hallazgos, encaminados a resolver los propósitos planteados. Tener la posibilidad de convivir con tantas personas permitió hablar, observar, escuchar y sentir con propósitos claros, aunque parcialmente ocultos para no revelar opiniones divergentes o contradictorias.

Apliqué la técnica de bola de nieve: cada testimonio o elemento llamativo que captaba de una persona lo usaba para provocar y encender la chispa de nuevas conversaciones. Así, las voces se entretejieron en un relato colectivo, enriqueciendo la experiencia y acercándome más a los objetivos de la exploración.

Entonces busqué a personas en diferentes coordenadas. Contacté por todos los medios tecnológicos posibles y actuales. Llamé a puertas de cristal, no a ventanas. Algunas las toqué más de una vez y con distintos tonos; otras, solo una vez.

Las respuestas fueron variadas: 

– «Ah, sí, yo trabajé en eso, pero mi equipo y yo nos retiramos. Ya no daba las suficientes monedas de cambio». 

– «El puesto lo heredé, pero no seguí con el tema. Mi interés era otro. Yo vengo de otro lugar, y allí las cosas se hacen de otra manera. Eso que vienes buscando ya no lo hacemos así, como presumes».

Una mujer, que escribió sonetos hace casi tres décadas y cuyas líneas fueron brújula para navegar estos temas, me dijo lo siguiente: 

«Esos temas ya no interesan tanto aquí. Siguen interesando en locales comerciales de las grandes ciudades de estos reinos. De todos modos, quienes se adueñaron del asunto son nuestros vecinos más ricos, los del norte. Parece que el frío les hace pensar… y también escribir y enseñar lo que saben a todo extranjero que quiera visitar sus días sin sol.»

Incluso comentó que algunos comerciantes del norte, con sus intrépidas plantillas, están creando naves aún más grandes y conquistadoras. Me sugirió regresar y observar a las tripulaciones en formación en mi continente, en el sur y el centro. «Ellos aspiran a comandancias. Algunos ya lo son, pero no lo saben, no se lo creen o sus sociedades menosprecian sus capacidades y habilidades», dijo.

Las academias populares, nacionales y públicas tienen mucho potencial. Están preparadas en la disciplina, pero carecen de destreza para escribir y reescribir mapas, describir zonas visitadas y documentar, con testimonios propios y ajenos, lo que discuten consigo mismos y con otros. Según ella, están a merced de lo que los de fuera les impongan, no porque estos lo quieran, sino porque una parte de su ADN histórico los somete a la sumisión.

En todo caso, ya estaba allí. Los 7,892 pensamientos ya estaban dados. Es importante mencionar que, en exploraciones anteriores, los tiempos fueron otros: siempre cortos. Uno de ellos estuvo marcado por el miedo, la esperanza y la vida.

Los datos en esos primeros intentos no eran lo suficientemente claros. Por ejemplo, no sabía que los tiempos de formación en casi todas las academias, inician en septiembre y terminan en junio del año siguiente. Esta exploración comenzaba en los últimos días de diciembre y terminaría en diciembre del año posterior. No había suficiente simultaneidad.

La inmensidad del territorio por auscultar era considerable. Para dar una idea, el punto de partida de este recorrido tiene 7,9 millones de habitantes, muchos de ellos menores de 45 años. El lugar de destino tiene algo así como un millón, y su capital, unos 217 mil habitantes, varios de ellos mayores de 45, los de allí nos anteceden en envejecimiento.

Otra sorpresa fue su economía, dependiente en gran medida de la industria: metalurgia, madera y carbón. Esto me lo contaron Irene Díaz y Rubén Vega. No dista mucho de lo que conocemos: son materias primas, no productos. Es industria pesada.

A finales del siglo XIX y principios del XX, la minería del carbón, la plata y el zinc generaba riquezas y mantenía a raya la pobreza. Según Irene y Rubén, los lugareños tienen presente ese pasado minero, como si lo llevasen tatuado en la piel. Son testigos del ayer, orgullosos de él, aunque escépticos sobre cómo terminó todo.

Aquel «glorioso pasado», como algunos lo llaman, quedó reducido a las pensiones vitalicias de los trabajadores de las minas. La Unión dejó claro que ese trabajo ya no les correspondía, que si necesitaban recursos los traerían del sur, del otro continente al sur o de otros lugares.

Da la impresión de que continúa siendo más económico importar que producir localmente. En tiempos planetarios como los actuales, las fábricas que transformaban esos recursos y los convertían en bienes también se marcharon. Sigue siendo más barato traerlos de fuera que pagar a los de dentro, si de recursos se trata, incluso los incorrectamente llamados recursos humanos.

En este justo momento, quiero recordarles que fui enviado a explorar oficios y saberes estrechamente ligados con las industrias, y específicamente con la industria del traslado y entretención de personas. No me refiero al esclavismo; ese tema no lo abordaré en este episodio.

Esa industria es objeto de críticas, especialmente por los lugareños de este continente, quienes ven afectadas sus rutinas cotidianas, su oferta de alojamiento y sus economías diarias debido a la llegada intempestiva y vertiginosa de los visitantes. Algunos de estos turistas se quedan solo unas pocas horas, nunca llegan a pasar varios días; pese a lo cual, se llevan consigo más exabytes de autorretratos que recuerdos reales asociados a sus papilas gustativas o a los ecos que reverberan en sus oídos. Yo mismo me sentí abrumado por la saturación que provoca tanto atragantamiento visual, esa sensación de estar rodeado por una multitud de visitantes, todos agolpados en el mismo lugar, en el sitio más «instagrameable«, como ahora se dice, el nuevo adjetivo de moda. A partir de esta experiencia, reflexioné que no todo lo novedoso es, humanamente hablando, deseable.

Por su parte, los que se muestran felices con esta situación son, como siempre, los mismos. Son aquellos que tienen la habilidad de convertir todo lo que tocan, sin necesidad de magia alguna, en mercancía: el alojamiento, la hostelería, la cultura local, la música, los paisajes, los territorios y los patrimonios. A estos actores los podríamos llamar «aplanadores», porque operan en un tipo de aplanchamiento planetario, en el que se borra cualquier particularidad local en nombre de una expansión desmedida. Son terraplanistas en el sentido figurado, porque solo ven el crecimiento de sus ganancias de manera vertical y acelerada.

Esos actores son, además, los que reciben el respaldo de la sociedad corporativa global, y son celebrados como «unicornios», empresas sobresalientes de la década, como el caso de Frontisova. Fibrosten[5], una de estas grandes compañías, se autodefine públicamente como un conglomerado de cuatro valores intangibles: Cultura, Marca, Responsabilidad y Reputación Corporativa. A pesar de todo, son solo unos de los muchos casos en los que no se les puede poner rostro ni buscar una cabeza visible.

El tiempo para el reporte de esta entrada de bitácora está por concluir. Informo que, una vez las personas contactadas fueron interrogadas, expresaron lo siguiente:

En la industria OMITURSY, lo verdaderamente importante es la «data».

En el diseño de servicios para la industria OMITURSY, los entregables se refieren a los mapas de viaje, las impresiones azules, los puntos de proximidad y otros elementos que están claramente detallados y relacionados en las memorias de viaje. Incluso existen rutas estipuladas para conocer con precisión cada uno de los componentes identificados.

En las memorias, se encuentran registrados todos los involucrados, tanto confidentes como no confidentes, que fueron escuchados. También hay registros de conversaciones informales con personas no expertas.

Este relato forma parte de uno de los tres grandes compromisos a cumplir durante la exploración autorizada en mi periodo Bastoriano. También constituye una evidencia concluyente. Es decir, esta narración, como acto de contar esta historia, es un reflejo de una narrativa propia. Parte de mi declaración de principios al profesar es: entender, apropiar y proponer. Aprender a contar historias es parte fundamental de entender y apropiarse del conocimiento. A través de esta experiencia, entendí la necesidad de incluir la narración de historias en el currículo del diseño. Apropié el lenguaje fantástico, aunque de manera precaria, como herramienta creativa para exponer ideas. El objetivo fue eliminar cualquier imagen distractora, para que el espectador —en este caso el oyente— evocara sus propias imágenes y construyera su relato visual, que solo existiría en su mente. ¿Se imaginan ahora contar estas historias, compartirlas, discutirlas y utilizarlas como un medio didáctico y pedagógico en los procesos de enseñanza y aprendizaje del diseño?


[1]  Nombre imaginado. Fue obtenido al reordenar las letras de la frase “periodo año sabático”; la extracción produjo:  p, e, r, i, o, d, a, ñ, s, b, t, c,  del cual salió bastoriaño, que finalmente terminó en Bastoriano

[2] Nombre imaginado. Fue obtenido al reordenar las letras de la frase “Asturias, paraíso natural”; la extracción produjo: a, s, t, u, r, i, p, o, n, l, del cual salió Lansitrópia

[3] Según Bcorpspain Las Empresas B Corp representan el modelo de empresa sostenible y regenerativa más avanzado del mundo. A diferencia de las compañías que sólo persiguen fines económicos, las B Corps cumplen con los altos estándares de desempeño social y ambiental, transparencia pública y responsabilidad legal. Se les exige legalmente que tengan en cuenta en la toma de decisiones a sus trabajadores, clientes, proveedores, comunidad y el medio ambiente.

[4] Nombre imaginado como gentilicio de quienes formamos parte del Edificio Nuevo Edificio de la Artes (NEAS)

[5] Nombre imaginado. Fue obtenido al reordenar las letras de las palabras “innovadoras, novedosas y futuras” la extracción produjo:  a, d, e, f, i, n, o, r, s, t, u, v;  de la combinación salió: Frontisova y Fibrosten. Lo mismo se hizo con la frase “turismo y ocio” para obtener OMITURSY estos nombres de empresas son ironías de las llamadas empresas unicornio, tipo Tesla, Amazon, Google, Arbandnb, Glovo.

Video presentación virtual, en Comunifacto, debo advertir que el video fue generado a partir de una versión preliminar, anterior a la que se reportó el día 12 de marzo de 2025.

Informe del análisis documental. Archivo: 01 APA Informe sabático CAGZ.pdf. Disponible en: https://app.box.com/s/jshye3ctra203y046hvn0edvz6lqoij9